QUE O DIA DA TERRA DE 2016 SE TORNE, DE FATO, UM MARÇO NA HISTÓRIA HUMANA.
El pacto de París sobre el cambio climático necesita de
acción gubernamental.
El Día de la Madre Tierra será testigo este año de algo especial. Los
dirigentes mundiales se reunirán en la sede de Naciones Unidas de Nueva York el
22 de abril para la ceremonia inicial de firma del Acuerdo climático de París.
El Acuerdo es el fruto de una complicada labor. En el arduo proceso de
negociación participaron 196 gobiernos y dicho proceso culminó con la XXI
Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 21), celebrada en
diciembre de 2015.
Para su entrada en vigor, el Acuerdo de París debe ser ratificado por
al menos 55 países, que representen un porcentaje estimado del 55% del total de
emisiones de gases de efecto invernadero. La Confederación de Cáritas es
consciente de la urgencia de que el Acuerdo esté vigente lo antes posible e
insta a una rápida actuación. Llamamos a todos los gobiernos del mundo a evitar
cualquier tipo de retraso en la ratificación y a proceder con resolución según
sus normas nacionales.
Se trata de un Acuerdo histórico, puesto que marca un cambio respecto a
las previas negociaciones sobre el clima, caracterizadas por la ausencia de
voluntad política. Este nuevo Acuerdo dispone las normas internacionales para
hacer frente al cambio climático en las próximas décadas. De manera importante,
transmite el mensaje de que el cambio climático está hoy reconocido como una
auténtica amenaza para nuestra población y nuestro planeta, y la cooperación
coherente de todos los países es fundamental para abordarla.
Las emisiones de gases de efecto invernadero aumentaron más, en los
diez años entre el 2000 y el 2010, que en ninguna otra década desde que
comenzara la revolución industrial, según el Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático. Las alarmas han estado sonando desde ya
hace un tiempo. Ojalá ahora todos se despierten para comprometerse para salvar
nuestro planeta.
Cáritas ha estado siguiendo las negociaciones sobre el clima
durante varios años y, en vista del nuevo Acuerdo climático de Naciones Unidas,
intensificó el diálogo político con los gobiernos y con las agencias de
Naciones Unidas a lo largo del año transcurrido entre la COP20
y la COP21. Participamos en los debates aportando nuestra visión basada en la
justicia, la solidaridad, el cuidado de la creación y la opción preferencial
por los pobres, profundamente inspirados por la visión que el Papa Francisco
expuso en su encíclica “Laudato Si’, sobre el cuidado de nuestra casa común”,
en la cual llama a la conversión ecológica. Una delegación de organizaciones de
Caritas de cuatro continentes participó en la COP21 para llevar la voz de las
personas empobrecidas y de las comunidades más vulnerables del mundo al espacio
político – y tecnocrático – de toma de decisiones.
Cáritas considera que el Acuerdo final debería haber abordado más
firmemente las causas estructurales del cambio climático y haber ofrecido
mayores garantías para las comunidades desamparadas que ya sufren sus efectos.
El Acuerdo debería haber llamado a la transformación del predominante modelo
económico basado en el mercado y debería haber marcado el comienzo de una nueva
era en la que el desarrollo llevara poco a poco al respeto por el medio
ambiente y la humanidad.
El Acuerdo de París no ha logrado tal cambio radical, sin embargo sí supone
un paso en la dirección adecuada.
Entre sus aspectos positivos destaca la meta a largo plazo de limitar el
calentamiento global a valores “por debajo de 2°C por encima de los niveles
preindustriales” y el compromiso de “continuar con los esfuerzos para limitar
el aumento de la temperatura a 1,5°C”.
Existe también un mecanismo de revisión quinquenal, el cual, si se
aplica rigurosamente, puede hacer que se produzca una reducción progresiva en
la emisión de gases de efecto invernadero.
La intrínseca relación entre la acción climática, el desarrollo
sostenible y la erradicación de la pobreza se hace explícita. Los países
desarrollados han recibido la mayor responsabilidad para combatir el cambio
climático y se han reconocido además las necesidades específicas de los países en
vías de desarrollo y de aquellos menos desarrollados, así como la relevancia de
la participación y de los conocimientos tradicionales y autóctonos en los
programas de adaptación sobre el terreno. También se enfatiza la transparencia
en todas las fases de implementación.
Con respecto a sus deficiencias, el Acuerdo de París no incluye
garantías vinculantes en lo referente a los derechos humanos y al uso
respetuoso de la tierra, ni tampoco para la seguridad alimentaria. No afronta
los problemas de la demanda de consumo ni del comercio internacional, ignora la
aviación y el transporte marítimo y es impreciso en cuanto a la financiación de
las medidas de adaptación. Se basa en las tecnologías para la absorción de
emisiones en lugar de poner las bases para eliminar progresivamente, de forma
rápida y efectiva, los combustibles fósiles.
Aunque no representa la respuesta perfecta, el Acuerdo de París es el
único instrumento internacional que hoy existe y sobre el que se basarán las
políticas nacionales en el futuro.
Puesto que constituye un marco internacional, el acuerdo – una vez
ratificado – se debe concretar a nivel nacional mediante una interpretación y
un plan de medidas que tengan plenamente en cuenta a las personas más
vulnerables así como la promoción de los derechos humanos. Las organizaciones
de Caritas participarán en actos de concienciación pública en sus respectivos
países y dialogarán con sus gobiernos, desempeñando su papel para contribuir a los
esfuerzos coordinados a nivel mundial por frenar el cambio climático y proteger
a las personas y a la Madre Tierra.
Celebramos la ceremonia de apertura a la firma del Acuerdo de París en
el Día de la Madre Tierra, sin embargo, el trabajo duro empieza ahora.
Nenhum comentário:
Postar um comentário